domingo, 10 de marzo de 2013

El muro



Muro, obra de hormigón que cierra o limita un espacio. Para los palestinos en cambio, es mucho más que eso. Es el símbolo de la ocupación, de la división de un pueblo. El muro separa familias enteras y dificulta la circulación de personas de un lugar a otro, incluso dentro de territorio bajo dominio palestino. “No hay nada más triste que estar lejos de tu familia”, asegura Jamila. La verdad es que si no estuviera el muro podría ir andando a visitar a su madre, pero desde que se construyó, para poder hacerlo tarda casi una hora. Cogemos el autobús 18 en Ramallah. Nuestro destino, Jerusalén. Jamila viaja con nosotros. El autobús va completamente lleno, en él viajan hombres y familias con niños. A 10 minutos de Ramallah llegamos a Qalandia, uno de los puntos fronterizos con los territorios israelíes. Su check point es de los más conflictivos del West Bank. Al llegar a Qalandia tenemos que bajar del autobús y cruzar la frontera andando. 500 metros separan Cisjordania de Israel. El punto fronterizo está vigilado por militares. Centenares de ellos, armados con grandes subfusiles, nos piden la documentación. Por primera vez sentimos la humillación que sufren los palestinos en su día a día, hemos pasado un check point como lo hacen ellos. Al regresar al autobús, ya en el lado israelí, nos preguntamos por qué hay que hacer todo esto para poder pasar al otro lado. Jamila tiene la respuesta, “That’s ocupation”. Es una de las consecuencias de vivir en un territorio ocupado.  

Vivir en Cisjordania es como vivir en una cárcel al aire libre. No hay libertad. No se puede salir. Las personas que viven en estos lugares apenas tienen relación con el mundo exterior. No conocen a los judíos ni ellos a los palestinos. La única relación que tiene un palestino con un israelí es cuando se encuentran en el check point. Para ellos, los israelíes son los malos, los militares. Es lo único que conocen.

Seguimos la ruta en el autobús. Sentadas detrás de mi hay dos niñas de unos 5 años. Intentan comunicarse conmigo todo el rato diciéndome algunas frases en inglés. Son muy alegres y sonrien al comprobar que podemos cruzar un par de palabras. Al hablar con ellas me llama la atención lo felices que son los niños pese a dureza de la situación en la que viven. No se si viven ajenos a lo que les rodea o si para ellos es ya algo tan normal que ni se dan cuenta de lo que sucede a su alrededor. Lo que si creo es que en las manos de estos niños está el poder cambiar las cosas y solucionar los problemas de su país.

Muro en Qalandia



Lidia Bueno

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